Montalbano se quitó el chaquetón y eligió la mesa que estaba más cerca de la estufa de leña. Pasados cinco minutos, en vista de que el hombre seguía encandilado con la película, el comisario se levantó, fue al aparador, cogió una cestita con pan y una botella de vino y volvió a su sitio. Pasaron diez minutos más y, finalmente, apareció en la pantalla “Fin de la primera parte”. Filippo se transformó de estatua en ser vivo. Se acercó a la mesa y preguntó:
– ¿Qué quiere comer?
– Me han dicho que hace muy bien el pulpo a la napolitana.
– Le dijeron bien.
– Desearía probarlo.
– ¿Quiere probarlo o comerlo?
– Comerlo. ¿Lo hace con aceitunas de Gaeta?Las aceitunas negras de Gaeta son fundamentales en el pulpo a la napolitana.
Filippo lo miró indignado por la pregunta.– Claro. Y también con alcaparras.
¡Ay! ?sa era una novedad que podía ser peligrosa: nunca había oído hablar de alcaparras en los pulpos a la napolitana.
– Alcaparritas de Pantelleria -precisó Filippo.
Las dudas de Montalbano se desvanecieron a medias: las alcaparras de Pantelleria, agrias y extraordinariamente sabrosas, quizás iban bien o, en el peor de los casos, no estropearían el guiso.
Antes de dirigirse a la cocina, Filippo miró al comisario a los ojos y éste recogió el guante del desafío. Estaba claro que entre los dos se había establecido un duelo. A quien no entienda de cocina, el hecho le puede parecer sorprendente: ¿qué se necesita para hacer un par de pulpos a la napolitana? Ajo, aceite, tomate, sal, pimienta, piñones, aceitunas negras de Gaeta, sultanitas, perejil y rodajitas de pan tostado: ésta es la combinación. Sí. ¿Y las proporciones? ¿Te ha de guiar el instinto para que a una cierta cantidad de sal le corresponda una dosis precisa de ajo?
Del relato: “Lo que contó Aulo Gelio”, en Un mes con Montalbano, de Andrea Camilleri.