Día del libro

Aquí trayo una cebolla y un poco de queso, y no sé cuántos mendrugos de pan, dijo Sancho; pero no son manjares que pertenecen a tan valiente caballero como vuestra merced. Que mal lo entiendes, respondió Don Quijote: hágote saber, Sancho, que es honra de los caballeros andantes no comer en un mes, y ya que coman, sea de aquello que hallaren más a mano: y esto se te hiciera cierto, si hubieras leído tantas historias como yo, que aunque han sido muchas, en todas ellas no he hallado hecha relación de que los caballeros andantes comiesen, si no era acaso, y en algunos suntuosos banquetes que les hacían, y los demás días se los pasaban en flores. Y aunque se deja entender que no podían pasar sin comer y sin hacer todos los otros menesteres naturales, porque en efecto eran hombres como nosotros, has de entender también que, andando lo más del tiempo de su vida por las florestas y despoblados, y sin cocinero, que su más ordinaria comida sería de viandas rústicas, tales como las que tú ahora me ofreces: así que, Sancho amigo, no te congoje lo que a mí me da gusto, ni quieras tú hacer mundo nuevo, ni sacar la caballería andante de sus quicios. Perdóneme vuestra merced, dijo Sancho, que como yo no sé leer ni escribir, como otra vez he dicho, no sé ni he caído en las reglas de la profesión caballeresca; y de aquí adelante yo proveeré las alforjas de todo género de fruta seca para vuestra merced, que es caballero, y para mí las proveeré, pues no lo soy, de otras cosas volátiles y de más sustancia. No digo yo, Sancho, replicó Don Quijote, que sea forzoso a los caballeros andantes no comer otra cosa que esas frutas que dices; sino que su más ordinario sustento debía ser de ellas, y de algunas yerbas que hallaban en los campos, que ellos conocían, y yo también conozco. Virtud es, respondió Sancho, conocer esas yerbas, que según yo me voy imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento.
Y sacando en esto lo que dijo que traía, comieron los dos en buena paz y compañía; pero deseosos de buscar donde alojar aquella noche, acabaron con mucha brevedad su pobre y seca comida.

El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes.

No podía dejar pasar el día del libro sin poner una cita literaria, y para seguir, más o menos, la tradición de leer el Quijote, aquí va un párrafo relacionado con el buen comer.

Pollo a la canela con puré de patatas

Ingredientes para el pollo a la canela con puré de patatas:

  • 500 gr. de pollo troceado
  • 2 dientes de ajo
  • Canela en rama o una cucharada de canela molida
  • Una cucharadita de harina
  • Medio vaso de vino tinto
  • Perejil, pimienta
  • Aceite, sal

Para el puré de patatas:

  • 500 gr. de patatas
  • 25 gr. de mantequilla
  • Medio vaso de leche
  • Sal
Para 2 personas
Dificultad: Media
Tiempo de preparación: 20 min.
Tiempo de cocción: 30 min. (pollo) + 10 min. (puré)

Pollo a la canela con puré de patatas
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A la japonesa

Mi padre, gran amante de la montaña, me había prestado un hornillo, una cazuela, un juego de cubiertos y demás cacharros. La cena me tocaba hacerla a mí. El menú era donburi de anguila y huevo que te dejará patidifuso. Un plato fácil de preparar. Primero, pones a hervir el agua de una botella de plástico y le añades arroz. El arroz tiene que cocer unos diez minutos. Mientras tanto, dejas en remojo lampaza cortado en tiras finas. Troceas la cebolleta y abres un paquete de anguila precocinada. Metes el lampazo en el fondo de la cazuela y añades agua y salsa. Lo pones al fuego y, cuando hierve, añades la anguila y la cebolleta, y lo dejas cocer. Echas por encima huevo batido, lo tapas y lo dejas un rato para que se cueza al vapor. Después, lo echas por encima del arroz servido en boles y ¡listo! Si lo acompañas de un misoshiru instantáneo de Nagatanien, tienes una comida de un solo plato magnífica.

Un grito de amor desde el centro del mundo, de Kyoichi Katayama.

Delicias británicas

– […] ¿Qué te parece la cocina de la señora Abel?

– Igual que siempre.

– Fue tu tía Philippa quien la inspiró. Dio diez menús a la señora Abel y ella nunca los ha variado. Cuando estoy solo, no me doy cuenta de lo que como, pero ahora que estás aquí tenemos que pedir otras cosas. ¿Qué te apetecería? ¿Qué es lo propio de esta época del año? ¿Te gusta la langosta? Hayter, dígale a la señora Abel que mañana haga langosta para cenar.

Aquella noche la cena consistía en una sopa blanca e insípida, unos filetes de lenguado demasiado hechos, acompañados por una salsa rosada, costillas de cordero apoyadas contra un cono de puré de patatas, y de postre unas peras hervidas sobre una especie de bizcocho, cubiertas de gelatina.

– Ceno tanto únicamente por respeto a tu tía Philippa. Insistió en que una cena de tres platos era muy de clase media. “Si dejas que los criados se salgan con la suya, aunque sólo sea una vez”, decía, “verás cómo acabas cenando todas las noches nada más que una costilla”. La verdad es que me encantaría. Con toda confianza, eso es exactamente lo que hago cuando la señora Abel tiene la noche libre y ceno en el club. Pero tu tía dio orden de que cuando estoy en casa debo tomar sopa y tres platos: unas veces toca pescado, carne y un postre no dulce; otras carne, un plato dulce y otro no dulce. Existen varias combinaciones posibles. Es asombroso cómo algunas personas logran imponer su voluntad de forma contundente. Tu tía poseía ese don.

Retorno a Brideshead, de Evelyn Waugh.